Hastiado y sin rumbo recorría las calles vacías. Vacías como si les hubieran quitado el tapón y las hubieran volteado. Ahora, como entonces, en busca de una estrella. Max le acompañaba pero no era él. Los gatos huían de sus pasos rítmicos y amortiguados. Él, atento al desafío de los ninjas urbanos que ya no habitaban sombras.
Y su mala estrella era preguntarse.
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