sábado, 5 de febrero de 2011

Entre tics y jazz



El sol parpadea a través del cristal, le está pidiendo salir de allí. Solo guiños. Resignación. Fuera hace frío. Le gustaría encenderse un Camel pero decide oler otra vez el café con leche y un poco de azúcar. Nunca lo pide así. Será una ocasión especial, quién sabe. Meditando vuelve a coger el libro. Acaricia las hojas hasta llegar donde... Libro gris, como tantos otros, como casi todo, habla de cosas, cuenta cosas... Los libros le hacen sufrir, hoy más que nunca. Se siente atrapado en sus páginas. Una vez empiezas, la única salida se encuentra del lado de allá y no queda más remedio que andar todas las líneas. Un camino, habitual, lineal, seco, causal. Es lo que más le molesta, causal. Cosas que llevan a cosas, fulanos que influyen sobre cosas, cosas que recaen en fulanos... En fin, fulanos y cosas juntos y revueltos. Está seguro de que es la mayor broma de su cerebro, la asociación causal. La culpabiliza de perderse un mundo enorme de posibilidades y fantasías. Eventos extraordinarios se convierten en simples consecuencias. Un asco.
Levanta los ojos de las páginas, mira a la barra para indicar otro café y ahora por la ventana. Pasa una chica. Simplemente una chica. Podría haber acomodado la vista a la pantalla cristalina como sugería Ortega pero hoy es un rebelde y no un artista. Le mira. Se pierden unos segundos. El tiempo se dilata y contrae. Late. Respira. Segundos que parecen segundos pero en los que caben años. Miran para otro lado un poco nerviosos y la chica se pierde.
Se sorprende pensando cómo transcurre el tiempo para su cabeza. Le gustaría vivir siempre esos momentos en los que caben más instantes de lo habitual. Pequeños placeres aislados que es incapaz de asociar a una causa.
Llega el café. Sonríe a la camarera pero esta vez el tiempo pulsa regular. Lo huele y vuelve al libro. Letras amenazantes y palabras ridículas se ahogan mutuamente, el mundo es más. De fondo, un insulto, una grotesca caricatura de una gnosiénne, un maldito apaño new age. Sus oídos detestan distraerse con estos detalles pero una vez lo han hecho no hay vuelta atrás, deformación profesional. Según recorre las líneas se ve perseguido. Quizás por las consecuencias de otros capítulos o sólo por la mirada de la chica. Sigue. La música le desconcentra continuamente. Causas. Consecuencias. La chica. Miradas. Letras. Puntos. Satie. Palabras. La chica. Letras. Satie. La chica.
Cierra el libro jadeando. Ha terminado un capítulo intenso. No sabe si llevárselo o tirarlo. Finalmente decide que tendrá que cargar con él lo que le queda de tarde. Se acerca a la barra, paga y se marcha. Sale fuera.
En la puerta, conversaciones y humo. El sol parpadea. Un cigarro que se acaba de separar de la boca que lo aprisionaba en un desesperado beso para que no la abandone le guiña seductor. Echa a andar. No le apetecen cigarros. Solo andar.
Hace frío. Se divierte simulando que echa humo por su boca y ve como unos niños que caminan en dirección contraria hacen lo mismo. Mira su reflejo en el expositor de una tienda de trastos y se hace una mueca. Se ríe. Sigue andando. Da igual dónde. Si tiene un destino perderá interés por todo lo que vea antes de llegar. La imagen de la chica.
Para en la puerta de un bar. Escucha algo prometedor y entra sin dudarlo. Sin comprobar si todavía lleva dinero o solo el libro. El sitio está algo oscuro pero es un antro decente. Mesitas con papagayos hablando alrededor de cafés humeantes. Mucho murmullo. Un piano negro, de pared. El intérprete se sienta otra vez tras saludar.
Se descubre con un botellín entre los labios. ¿De verdad le apetecía? ¿Por qué lo ha pedido? Da igual. Empieza la música. No hay más grupo. Sólo acordes de jazz. Suena el tema Misty pero... Libertad. La imagen de la chica. A él también le gustaría tocar el piano. Está improvisando. Se pierde entre las melodías. Notas que palpitan independientes, dedos que acarician y se deslizan, polirritmias jadeantes, acordes de novena, manos que vuelan, respiración entrecortada, máxima atención, un clímax seguido de una breve pausa rellena por la resonancia del pedal. Y vuelta al tema inicial. Se descubre sudando.
Finalizado el concierto se acerca y acaricia el piano. Paga y sale fuera. El sol se ha ido. Consecuencias de la rotación terrestre. Le da igual. Ahora ya puede ver el mundo de verdad. Todo tics. Guiños, labios, miradas, imágenes, figuras, acordes... Todo mágico fuera de su causa. Ya vive al margen. Respira profundamente y se aleja canturreando.

"And I feel like I'm
Clinging from a cloud
I can't understand
I get misty"

Pisadas sordas. Saca un cigarro, lo enciende. Mira a la luna. Cuatro cafés. Le guiña un ojo y sigue caminando. En el fondo de su taza otro día y futuras promesas. Silba e inventa juegos de palabras. Pisadas sordas para el mundo.

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