martes, 1 de febrero de 2011

Espejo espejito...


Hoy es uno de esos días. No. Hoy es el día. Me he mirado al espejo y no he visto a un extraño, como todas las mañanas. Una cara, unos ojos, en fin, cosas que afeitar... Cosas de las que reírte pues no son tuyas. Tampoco le debes respeto a una burda copia que no respira colores.
El caso es que allí estaba yo, no sabía si debía desayunar o soñar con un nuevo tipo de comida para celebrarlo (el "predesayuno", la comida menos importante del día). Podía verme, pero de verdad. Es algo aterrador contemplarte, tan viejo, mientras el del espejo está tan joven.
-La única cirujía posible, en su caso, es la ilusión.- dijo el espejólogo - Aférrese a cualquier cosa y sueñe, pese a su precio. Pero sueñe de verdad, con verdaderos motivos y verdadera ilusión. Con doses de tréboles con La, Re y Mi (Fa sostenido no me apetece hoy, se lo dejo al otro).
Verse de verdad no es un logro, es suerte, ¿o quizás al revés?. Sobre todo no es el resultado de mirarse al espejo sino de mirar para otro lado y frecuentar espejólogos profesionales.

El espejólogo que me ha examinado se llamaba "El retrato de Dorian Gray", Cortázar tenía cerrada la consulta por un prólogo del editor muy largo.

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